Se
conoce como interdisciplinariedad a la cualidad de interdisciplinario (es
decir, aquello que se lleva a cabo a partir de la puesta en práctica de varias
disciplinas). El término, según se cuenta, fue desarrollado por el sociólogo
Louis Wirtz y habría sido oficializado por primera vez en 1937.
Interdisciplinariedad
La
interdisciplinariedad supone la existencia de un grupo de disciplinas
relacionadas entre sí y con vínculos previamente establecidos, que evitan que
se desarrollen acciones de forma aislada, dispersa o segmentada. Se trata de un
proceso dinámico que pretende hallar soluciones a diferentes dificultades de
investigación.
La
importancia de la interdisciplinariedad aparece con el propio desarrollo
científico-técnico, que desembocó en el surgimiento de múltiples ramas
científicas. Esta dinámica hizo que la necesidad de integrar situaciones y
aspectos para generar conocimientos sea cada vez mayor. Pese a que el primero
en mencionar este término fue Louis Wirtz (en 1937), recién se postuló una
teoría consistente en los ´70. Lo hizo Smirnov, al desarrollar las bases
ontológicas y epistemológicas de este concepto. En dicho estudio determinó la
importancia que tenía la integración social, y aseguró que para poder
comprenderla realmente era necesario establecer una nueva forma de encarar el
conocimiento.
Gracias
a la interdisciplinariedad, los objetos de estudio son abordados de modo
integral y se promueve el desarrollo de nuevos enfoques metodológicos para la
resolución de problemas.
En
otras palabras, puede decirse que la interdisciplinariedad ofrece un marco
metodológico que está basado en la exploración sistemática de fusión de las
teorías, instrumentos y fórmulas de relevancia científica relacionadas a
distintas disciplinas que surge del abordaje multidimensional de cada fenómeno.
Un
ejemplo de una ciencia interdisciplinaria es la oceanografía, que se dedica al
análisis de los procedimientos de tipo biológico, físico, geológico y químico
que se desarrollan en los océanos y en los mares. Otro ejemplo es la matemática
médica, un campo interdisciplinario de la ciencia en el cual la matemática
sirven para explicar fenómenos, procedimientos o hechos relacionados a la
medicina o a la biología.
De
todas maneras, en la actualidad, todas las ciencias persiguen la
interdisciplinariedad a la hora de profundizarse y potenciarse. De hecho, se la
considera un elemento fundamental si se desea acabar un trabajo creativo e
innovador.
Inter, multi y transdisciplinariedad
Algunos
autores incluyen dentro de la interdisciplinariedad la multidisciplinariedad y
la transdisciplinariedad, otros prefieren elaborar por separado los tres
conceptos. Estos últimos, aseguran que consisten en procesos absolutamente
diferentes y que para ser comprendidos deben ser analizados de forma aislada.
De todas maneras coinciden con los primeros en que todos estos conceptos se
asemejan en una cosa, en que son indispensables para el aprendizaje, la
práctica holística y el desarrollo de las habilidades.
La
multidisciplinariedad se refiere a la búsqueda del conocimiento, al deseo de
desarrollar aquellas habilidades que podrían existir pero a las que no se les
ha dado importancia. Propone el exhaustivo análisis de una misma cosa a través
de diferentes campos para conseguir tener de ella un amplio conocimiento. Por
ejemplo un alumno de educación secundaria que va a clases de matemáticas,
ciencias y literatura y además practica deportes, obtiene una educación
multidisciplinaria.
La
interdisciplinariedad se refiere a la habilidad para combinar varias
disciplinas, es decir para interconectarlas y ampliar de este modo las ventajas
que cada una ofrece. Se refiere no sólo a la aplicación de la teoría en la
práctica, sino también a la integración de varios campos en un mismo trabajo.
Desde el punto de vista educativo, por ejemplo, se proponen actividades para
promover el aprendizaje combinando varias áreas, como la música y la
matemáticas, lo cual ayudará a que los alumnos consigan asociar conceptos y
obtengan una educación integral y no fragmentada.
Por último, la transdisciplinariedad se
refiere al conjunto de prácticas de tipo holísticas que trascienden las
normales etiquetas del saber, sin por ello ignorarlas. Se trata de comprender
la naturaleza pluralista de las cosas y encarar los conocimientos sin pensar en
diferentes disciplinas, sino enfocándose en el objeto de estudio. Analizándolo
desde el punto de vista educativo, podemos decir que un objetivo fundamental
que deben tener los docentes es conseguir que los alumnos se enfoquen en el
objeto de conocimiento, sin menospreciar las diferentes áreas pero sin encarar
el estudio desde una óptica centralista, sino abierta e integradora.
Dicho
esto, cabe señalar que aún si se analiza los tres conceptos por separado o
unidos, todos ellos hacen referencia a la importancia de no centralizar el
pensamiento en una ciencia sino integrar a varias ciencias en ese estudio.
Algunos sinónimos sobre la idea de interdisciplinariedad pueden ser razón de
unidad, relaciones recíprocas, integración de disciplinas científicas,
transferencia de métodos desde una a otra ciencia, entre otros muchos.
Cabe
aclarar por último que la interdisciplinariedad es fundamental al hablar de
desarrollo científico en la actualidad, porque por ejemplo para poder
comprender los problemas sociales y proponer soluciones es indispensable la
interacción entre aquellas disciplinas afines.
La investigación transdisciplinaria
(mucho más reciente, escasa y difícil que las anteriores) va más allá de ellas,
y les añade el hecho de que está constituida por una completa integración
teorética y práctica. En ella, los participantes transcienden las propias
disciplinas (o las ven sólo como complementarias) logrando crear un nuevo mapa
cognitivo común sobre el problema en cuestión, es decir, llegan a compartir un
marco epistémico amplio y una cierta meta-metodología que les sirven para
integrar conceptualmente las diferentes orientaciones de sus análisis:
postulados o principios básicos, perspectivas o enfoques, procesos
metodológicos, instrumentos conceptuales, etc.. Este tipo de investigación es,
sobre todo, un ideal muy escasamente alcanzado hasta el momento.
Naturaleza de la Transdisciplinariedad
El verdadero espíritu de la
transdisciplinariedad va más allá de todo lo que prácticamente se está haciendo
hasta el presente: su meta o ideal no consiste sólo en la unidad del
conocimiento, que es considerada como un medio, sino que camina hacia la
autotransformación y hacia la creación de un nuevo arte de vivir. Por ello, la
actitud transdisciplinar implica la puesta en práctica de una nueva visión
transcultural, transnacional, transpolítica y transreligiosa (Congreso de
Lucarno, Suiza, 1997).
Con el diálogo como instrumento
operativo, se pretende asimilar, o al menos comprender, las perspectivas y el
conocimiento de los otros, sus enfoques y sus puntos de vista, y también
desarrollar, en un esfuerzo conjunto, los métodos, las técnicas y los
instrumentos conceptuales que faciliten o permitan la construcción de un nuevo
espacio intelectual y de una plataforma mental y vivencial compartida. Este
modelo exige la creación de un meta-lenguaje, en el cual se puedan expresar los
términos de todas las disciplinas participantes, lo que los Enciclopedistas
clásicos franceses (Diderot, d’Alambert, Condorcet y otros) trataron de hacer
intentando dar cabida a “todo conocimiento digno de ser conocido” y lo que
Umberto Eco llamó “la búsqueda del lenguaje perfecto”. También Focault (1978),
en su Arqueología del saber, hace un esfuerzo mental que camina en esta misma
dirección, al buscar similitudes conceptuales en disciplinas tan dispares como
la economía, la lingüística y la biología, encontrando semejanzas en sus
patrones de análisis y de cambio. Por ello, el modelo transdisciplinar
considera que, para lograr los resultados deseados, hay que tener presente lo
que nos recuerdan lingüistas, como Ferdinand de Saussure (1931), al señalar que
no existe conexión alguna entre el signo y su referente, es decir, que las
palabras tienen un origen arbitrario o convencional; igualmente, se
considera que es esencial superar los
linderos estructurales lingüísticos que separan una disciplina de otra y, al
mismo tiempo, involucrarse en un diálogo intercultural.
Evidentemente, los resultados de esta
integración no sólo serán algo más que la suma de sus partes, sino que esa
sinergia tendrá también propiedades emergentes diferentes y sus componentes
anteriores no podrán ser ya discernibles en ella, como tampoco podrán ser
predecibles con anterioridad. De esta manera, una “ciencia” transdisciplinaria
y transcendente se vuelve necesaria para entender los amplios y complejos
sistemas del mundo actual, que no pueden ser relacionados simple y llanamente
con un determinado marco teórico o con una o varias disciplinas particulares,
aunque éstas, sin duda alguna, ayudan a complementarla.
El ideal todo a que tiende la
transdisciplinariedad y que se vuelve, como señalamos, imperativo para la
comprensión de las realidades que nos ha tocado vivir, exige, por su propia
naturaleza, un paradigma epistemológico holístico, cuyos rasgos principales e
imagen trataremos de ilustrar a continuación.
. Epistemología y metodología de la
transdisciplinariedad
Visión de conjunto
Hay un hecho innegable y una lógica
inexorable que se fundamenta, incluso, en el sentido común: los problemas
desafiantes que nos presenta el mundo actual no vienen confeccionados en
bloques disciplinarios, sino que sobrepasan ordinariamente los métodos, las
técnicas, las estrategias y las teorías que hemos elaborado dentro del
recinto “procustiano” de nuestras disciplinas académicas, fundamentadas en
un enfoque, en un abordaje, en unos axiomas, en un método, en una visión
unilateral de la poliédrica complejidad de toda realidad. Esos problemas nos
obligan a centrarnos más en la naturaleza del objeto del conocimiento que en
el método de medida. Mientras la Universidad es “disciplinada”, los problemas
reales del mundo son “indisciplinados”.
Las disciplinas académicas aisladas son
menos que adecuadas para tratar los más importantes problemas intelectuales y
sociales. Esa separación de saberes se torna inoperante cuando se enfrenta a
la realidad concreta que vivimos. Esencialmente, estas disciplinas son, más
bien, conveniencias administrativas, que se acoplan bien con las necesidades
de las instituciones académicas y que se perpetúan a sí mismas como
organizaciones sociales. Pero cuando se enfrentan los problemas básicos y
reales de la vida, que exigen saber cómo producir suficiente alimento para la
población, cómo asegurarle una buena salud, cómo garantizar su seguridad
personal, cómo bajar el índice de inflación, cómo aumentar la tasa de empleo
laboral o cómo ofrecerle una explicación del sentido del universo, pareciera
que estas subdivisiones disciplinarias entorpecen y obnubilan la visión de la
solución más de lo que la iluminan.
Aunque la transdisciplinariedad ha sido
sentida como una necesidad a lo largo de la historia de la ciencia, este
sentimiento se manifestó de una manera particular hacia fines del siglo xx. Y
esta manifestación ha tenido diferentes expresiones.
En las primeras décadas del siglo xx, la
meta era el logro de una “educación general”, como respuesta de reforma a la
tendencia, cada vez más manifiesta, de la fragmentación del saber, debida al
incremento del conocimiento científico, a la aparición de nuevas
disciplinas, al crecimiento de la especialización y a las demandas que las
comunidades hacían a las universidades.
Sin embargo, los obstáculos que se
oponen al enfoque inter- o transdisciplinario son fuertes y numerosos. En
primer lugar, están los mismos conceptos con que se designa la disciplina y sus
áreas particulares: así, los profesores suelen hablar de su “mundo”, su
“campo”, su “área”, su “reino”, su “provincia”, su “dominio”, su
“territorio”, etc.; todo lo cual indica una actitud feudalista y
etnocentrista, un nacionalismo académico y un celo profesoral proteccionista
de lo que consideran su “propiedad” particular, y estiman como la mejor de
todas las disciplinas.
En segundo lugar, de la actitud anterior
se deriva una conducta dirigida a “mantener el territorio”. De aquí, la
tendencia de los especialistas a proteger sus áreas particulares de
experticia disciplinar de la invasión o intrusión de científicos de “otras
áreas” en su jurisdicción académica. El mantenimiento de los linderos del
propio territorio toma muchas formas: como es el exagerado uso de lenguajes
formalizados inaccesibles al profano, incluyendo el uso de una jerga especial
para confundir y excluir al intruso, para ridiculizarlo, y el recurso a la
hostilidad abierta contra los invasores.
En tercer lugar, a los “invasores” hay que
cerrarle el paso de entrada a las revistas especializadas. Esto resulta fácil,
ya que muchos consejos editoriales se distinguen precisamente por tener en
esos puestos a los profesionales más celosos de su territorialidad; es más, han
llegado ahí especialmente por esa singular “virtud”. Esto ha llevado a los
investigadores más conscientes, a crear sus propias revistas inter- o
transdisciplinarias y dejar a las primeras privadas de una interfecundación
que podría ser muy enriquecedora.
La fragmentación de las disciplinas
nos vuelve a todos, en cierto modo, pasivos ante un mundo que se hace
incesantemente más oscuro y arbitrario. Las disciplinas, que fueron
originariamente instrumentos de maestría para manejar las realidades de la vida,
se pueden convertir en medios de perpetuación de irracionalidades al
aconsejar un mal uso del conocimiento en la sociedad moderna. La solución no
consiste en desechar la acumulación de conocimientos que la humanidad ha
logrado como si fueran un lastre pernicioso, sino en crear nuevos sistemas
para su codificación e integración, donde esos conocimientos serán más
verdaderos y también más útiles y prácticos y una herencia más rica para las
generaciones jóvenes.
El mundo en que hoy vivimos se
caracteriza por sus interconexiones a un nivel global en el que los fenómenos
físicos, biológicos, psicológicos, sociales, políticos, económicos y
ambientales, son todos recíprocamente interdependientes. Para describir este
mundo de manera adecuada necesitamos una perspectiva más amplia, holista y
ecológica que no nos pueden ofrecer las concepciones reduccionistas del mundo
ni las diferentes disciplinas aisladamente; necesitamos una nueva visión de la
realidad, un nuevo “paradigma”, es decir, una transformación fundamental de
nuestro modo de pensar, de nuestro modo de percibir y de nuestro modo de
valorar. Así es como ha progresado, en un tiempo relativamente muy corto, una
ciencia bastante transdisciplinar, como es la Neurociencia. Esta ciencia ha realizado
una combinación interesante, por un lado, de la anatomía, la fisiología, la
química, la biología, la farmacología y la genética, y, por el otro, de la
psicología, el contexto social y la ética. Sabemos, igualmente, cómo la unión
de biólogos y físicos logró el descubrimiento de la doble hélice, tan
importante en la determinación de las funciones hereditarias. Y, así, en
general, una gran mayoría de famosos descubrimientos fueron realizados por
personas que emigraron de una disciplina a otra, a la cual aplicaron sus ideas
previas. La UNESCO planifica y financia frecuentemente programas
internacionales inter- o trans-disciplinarios: las disciplinas involucradas en
los mismos son casi siempre la ecología, la educación, la economía, diferentes
tecnologías y las ciencias sociales, pues son éstas las ciencias implicadas en
los problemas concretos a resolver. La misma conciencia se revela en los
estudios realizados por la biofísica, la astrobiología, la psicolingüística, la
psiconeuroinmunología, la inmunofarmacología y otros pares o tríadas
simbióticos.
Es evidente que el saber básico
adquirido por el hombre, es decir, el cuerpo de conocimientos humanos que se
apoyan en una base sólida, por ser las conclusiones de una observación
sistemática y seguir un razonamiento consistente, –cualesquiera que sean las
vías por las cuales se lograron– debieran poderse integrar en un todo
coherente y lógico y en un paradigma universal o teoría global de la
racionalidad. Lo fundamental es tener presente la perspectiva desde la cual se
lograron.
En consonancia con todo lo dicho,
necesitamos un paradigma universal, un metasistema de referencia cuyo objetivo
sea guiar la interpretación de las interpretaciones y la explicación de las
explicaciones. Por lo tanto, sus “postulados” o principios básicos de apoyo
deberán ser amplios; no pueden ser específicos, como cuando se trata de un
paradigma particular en un área específica del saber. Todo ello nos llevará
hacia un enfoque básicamente gnoseológico, es decir, que trate de analizar y
evaluar la solidez de las reglas que sigue nuestro propio pensamiento.
Es de esperar que este nuevo
paradigma emergente sea el que nos permita superar el realismo ingenuo, salir
de la asfixia reduccionista y entrar en la lógica de una coherencia
integral, sistémica y ecológica, es decir, entrar en una ciencia más
universal e integradora, en una “ciencia” verdaderamente transdisciplinaria.
Estamos poco habituados todavía al
pensamiento “sistémico-ecológico”. El pensar con esta categoría básica,
cambia en gran medida nuestra apreciación y conceptualización de la realidad.
Y no debiera ser así, ya que nuestra mente no sigue sólo una vía causal,
lineal, unidireccional, sino, también, y, a veces, sobre todo, un enfoque
modular, estructural, dialéctico, gestáltico, inter- y transdisciplinario,
donde todo afecta e interactúa con todo, donde cada elemento no sólo se
define por lo que es o representa en sí mismo, sino, y especialmente, por
su red de relaciones con todos los demás.